Efesios 5:14 Por lo cual dice: Despiértate, tú que duermes, Y levántate de los muertos, Y te alumbrará Cristo.
Hoy en día hay millones de
personas que se parecen a la historia de un joven que trabajaba como guía turístico
en las famosas cataratas del Niágara. Cierto día, no teniendo nada que hacer
amarro su bote bien arriba de las corrientes del rio Niágara y se acostó en la embarcación
para descansar. Mecido por las siempre agitadas aguas se quedo dormido.
Supuestamente él pensaba que
su bote estaba amarrado de manera segura, pero con constante balanceo de la corriente
se desprendió y comenzó a ser arrastrado por el rio sin que su tripulante se
diera cuenta de lo que sucedía.
Algunos espectadores que se
encontraban en las orillas, dándose cuenta del grave peligro que corría el
joven, grataban tan fuerte como les era posible para despertarle y así
conseguir que se salvara antes de que las corrientes se hicieran más fuerte,
pero en vano se esforzaban.
En cierto momento la embarcación
encallo por algunos instantes en una roca que estaba en medio del rio. Al verlo,
los observadores redoblaron sus esfuerzos para despertar al dormido tripulante:
¡agárrese de la roca! ¡Salte a esa roca!
Sin embargo el pobre joven seguía
durmiendo sin saber de su peligro. Súbitamente la fuerza de la corriente empujo
el bote lejos de la roca y con ímpetu le llevaba hacia las cataratas. Al fin el
desdichado tripulante fue despertado por el ensordecedor rugido de las inmensas
aguas que lo arrastraban a su muerte.
¡Qué horror! Dormido en un
bote suelto en tan fatal corriente, tranquila e inconscientemente deslizándose a
las garras de una muerte segura. Con solo pensarlo nos estremecernos de
espanto. No obstante la ilustración, aun y con lo dramático que parezca, nos
sirve para describir el actual estado en que viven millones de personas en todo
el mundo, despreocupadas en cuanto a su destino final. Muchos están adormecidos
en sus afanes diarios de la vida, otros en los placeres mundanos mecidos por la
corriente de la buena vida, otras están recostadas en sus riquezas y bienes
materiales, fascinadas en su falsa confianza puesta en lo que llamarían ¨el
buen modo de vivir¨, algunas viven encantadas en falsas religiones no sabiendo
que solo Cristo puede salvar. Personas de todo tipo están durmiendo en sus propias
barcas y pasan por alto el gran e inminente peligro que los acedia de que en
cualquier momento y sin darse cuenta podrían pasar toda una eternidad separados
de Dios y de Su eterno amor.
Amado lector ¿Como sabe
usted que no está durmiendo? ¿Como sabe usted que no está siendo arrastrado por
las corrientes a un final desastroso? ¿Sabe usted si su barca está bien amarrada?
Amados si nuestra barca no está anclada en Jesucristo y Su palabra de nada nos sirve
ni siquiera que estemos despiertos sobre ella. Debemos entender que solo hay un
Salvador en el mundo que dio su vida en rescate por la humanidad. Si nuestra
barca, la amarra, el ancla y capitán de nuestras vidas no es Cristo entonces
nos espera la más grande de todas las desgracias que pudiera acontecerle al ser
humano: la perdición eterna.
No obstante aun podemos
recapacitar mirar con buenos ojos la oferta de salvación que Dios el Padre nos
ofrece gratuitamente para que nos aferremos a Él con toda confianza y vayamos navegando
por la vida de una manera más segura, más firme y más estable. Dios envió a Su
Hijo a morir en la cruz por cada uno de nosotros y es por la fe en su
sacrificio que obtenemos el perdón de todos nuestros pecados a todos esto
podemos sumarle que él nos ofrece vida eterna en El. Todo esto con único acto de
fe que de nuestra parte pongamos en Jesús. Así que allí esta la salvación y el
final del temor a la muerte queda oscurecido por la luz de la salvación de
Cristo por medio de la fe en su sacrificio en el Calvario. Esta es una oferta
que absolutamente nadie debe rechazar porque se estaría perdiendo de la más
grande oportunidad nunca antes ofrecida al ser humano y tú puedes elegir si
aceptarla o rechazarla. De la misma forma que los espectadores de la historia, así
te gritamos a todo pulmón a que despiertes de la barca en la que duermes y
aceptes la salvación que Cristo te ofrece. Dios te bendiga y reflexiona en este
mensaje.