Muchos hermanos se sienten frustrados, desanimados, y
atascados en su caminar cristiano debido a un pecado o a un mal hábito
que los domina y no los deja avanzar. El peso que los agobia es muy
grande y la culpa los tortura, se sienten rendidos en su lucha por
vencer, y desmoralizados al volver a caer.
El enemigo le hace creer que ese pecado que le asedia es muy grande, poderoso y que usted es incapaz de vencerlo. Y en realidad usted es incapaz de vencerlo en sus propias fuerzas, pero no en las fuerzas del Señor. El poder de la resurrección que está en nosotros es más grande que todo el poder del pecado.
Santiago nos dice en su epístola que: el creyente es tentado a pecar cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. (Santiago 1:14) Concupiscencia quiere decir vicio, lujuria,
lascivia, incontinencia, liviandad. Todos estos son frutos del viejo hombre, frutos de la carne que moraban en la persona antes de venir a Cristo. Pablo nos dice en Romanos 6:12-13 “No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias; ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad…”
Cuando estamos siendo tentado en practicar un pecado, estamos siendo atraído por un deseo de la carne que vivía antes en nosotros, algo que nos gustaba hacer, no podemos dejar que este deseo nos seduzca de tal forma que pequemos. El apóstol nos exhorta: “¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia?” (Romanos 6:16)
Cristo ya nos libero del pecado, pagando con su sacrificio en la cruz nuestra redención. ¡Somos libres! Por tanto no nos sometamos al dominio del pecado otra vez. Si hemos muerto con Cristo, hagamos morir también todo deseo pecaminoso en nuestras vidas.
Lo que nos hace llevar una vida de victoria contra el pecado es conocer esta gran verdad: Cristo es ahora el Señor de nuestra vida, por tanto el pecado no es más señor sobre nosotros para mantenernos esclavos en la misma condición en que estábamos antes. Jesús pagó el precio para darnos libertad. Tú tienes el poder en el nombre de Cristo Jesús para decir no al pecado, y para vivir una vida victoriosa. Recuerda que la Palabra dice: Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia. Amen. Ministerio Josue Yrion
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