Se calcula que aproximadamente, el 70% de la población nacional
trabaja de una forma u otra la santería o fetichismo. Dentro de dichas
prácticas, la de mayor tradición en República Dominicana es el Vudú,
elemento mágico-religioso del país, el cual paradójicamente parece no
tener nombre propio; en tanto representa un conjunto bastante ecléctico
de prácticas y creencias que podría ser el resultado del contacto
histórico con Haití y su cultura.
Aunque procede del haitiano, ciertas características lo diferencian
de éste. En el caso de los dominicanos, por lo regular no tienen templos
y los rituales se llevan a cabo frente a altares colocados en un rincón
de la casa del practicante. No realizan sacrificios de animales, salvo
raras excepciones; tampoco tienen un sacerdocio organizado y no se
consideran vuduitas, sino espiritistas.
Una parte de la población es creyente firme en la brujería, práctica
frecuente en los diferentes estamentos sociales, aunque muchos buscan
que pase inadvertida, como si no existiera y se empeñan en desvincularla
de su sentido fetichista.
Las personas que se dedican a la brujería suelen camuflar el oficio,
haciéndose llamar con diversos epítetos: curanderos, videntes, leedores
de taza, cartas, ensalmadores, entre otros.
Visita a una santera
Con
el objetivo de describir con certeza experiencias de este tipo, un
equipo de DominicanosHoy acudió a Villa Mella y visitó a una santera,
cuyo nombre y dirección evitamos por razones éticas, no así cuanto pudo
observar e interpretar quien escribe estas líneas:
Con el toque de una campana invocó los espíritus e inició la
consulta. De inmediato entró en éxtasis o trance; o sea, se montó y su
voz experimentó significativos cambios. Bebía sorbos de ron y fumaba
tabaco, poseída supuestamente, por un espíritu.
En tales condiciones y con la voz muy extraña, la mujer inició sus
preguntas, tratando quizás de adivinar cosas que tuvieran semejanza con
lo que esperaba escuchar, en la medida que la respuesta obtenida
justificara lo que según ella salía en las cartas, tras lo cual
aconsejaba cuáles cosas debía hacer a fin de conseguir lo aspirado.
Luego de salir del trance retornó a la conversación normal: “¿conoces
a San Miguel?, él era el espíritu que te hablaba y te encomendaba lo
que debía hacer para prosperar, es el ángel que te cuida”.
Y tras varias insinuaciones y aproximaciones de la realidad que cada
quien experimenta en la vida: sueños de un mejor trabajo, viajes,
cuidarse de las envidias, mantener el matrimonio, pese “a personas que
intentan destruirlo”, prosperar, en definitiva, en lo personal y
profesional. Así terminó la adivina.
Lo mismo pobres que ricos
Generalmente, estas escenas se repiten, los consultantes asisten a un
escenario sugestivo, sobrecogedor; a veces grotesco, con imágenes
colocadas en un altar o santuario, velas encendidas, aguas de colores
distintos y recipientes con líquidos oscuros de composición desconocida.
La vestimenta suele ser un atuendo ancho, tipo hindú, con pañuelo en la
cabeza y un tabaco encendido, cuyo humo marea y deja medio atontado a
quien comparte el santuario.
A los pobres desarraigados de la suerte, hundidos en la miseria, es a
quienes se les atribuye la pasión por los brujos, considerados seres
superiores que le pueden ayudar a resolver los problemas.
Aunque con menor frecuencia, la brujería también la practican en el
país los ricos, altos funcionarios de origen humilde, artistas y
dominicanos famosos que ven en esta actividad oscura la protección de
sus carreras, responsables de sus logros y un ardid certero para sus
conquistas, básicamente el dinero.
El logro de un viaje rápido y seguro a Estados Unidos o a Europa; un
trabajo fijo; suerte en los negocios, o lograr un amor que parecía
imposible, son algunos de los motivos para visitar a la adivina; pero,
sin olvidar la salud propia o de un pariente querido y qué decir cuando
de perjudicar a un tercero con travesuras mágicas- malignas se trata.
Porque también esta es una razón- oscura, por cierto- que lleva a
algunos a recurrir a estos servicios.
Los llamados curanderos en ocasiones recetan brebajes para sanar
enfermedades, que en innumerables ocasiones han agravado el estado de
los pacientes, En esta ocasión la mujer ungió con una pócima las manos
de quienes participábamos en su consulta para, aparentemente, atraer la
buena suerte.
Lugares más frecuentados
Aunque es difícil ponderar con precisión cuántos brujos, fetichistas o
curanderos podrían existir a todo lo largo y ancho del territorio
nacional, las indagaciones apuntan que alcanzarían unos miles.
No obstante, las consultas a los brujos se han incrementado,
principalmente en San Juan de la Maguana, Barahona y Las Matas de
Farfán, en el llamado Sur Profundo; pero, también en Samaná, Higuey y
Miches. En el Distrito Nacional tienen gran demanda en los bateyes de
Palavé y Bienvenido, donde son visitados por personajes que andan en
lujosos autos y yipetas.
Los que acuden a estos lugares son, tanto personas ricas como pobres.
Incluso personas cultas, instruidas, las cuales apelan a estos
servicios en ocasiones disfrazados, con sombreros o cachuchas y lentes
ahumados, a fin de que no los reconozcan.
En
San Cristóbal también existen brujos famosos, con clientelas que van
desde reconocidos empresarios y destacados educadores, hasta
prestigiosos deportistas y artistas.
La proliferación de brujos en los bateyes, generalmente está asociada
a la población haitiana, que en sus prácticas de hechicerías suele
mezclar ritos de vudú con cánticos, los cuales constituyen un
sincretismo en el que se entremezclan la cultura de ambos pueblos.
Se dividen entre los que trabajan con Dios: brujos blancos y los que
apelan a espíritus malignos o magia negra, como es conocida
popularmente, con visitas al cementerio en horas tardías de la noche, en
las cuales invocan espíritus errantes y dicen capturarlos, para
entonces lanzarlos encima de la víctima escogida.
Esta es quizás la explicación de que haya tantos dominicanos
interesados en apelar a los brujos en las más variadas circunstancias,
no importa lo que suceda, ni lo que digan las Iglesias o las leyes.
Políticos y brujos
En la historia dominicana se conoce una serie de veteranos políticos,
ya fallecidos, que según la población solían consultarse con brujos o
videntes, para percatarse cómo iba su gobierno; a veces acerca de la
intención de votos y con relación a sus oponentes, como fue el caso el
dictador Rafael Leónidas Trujillo Molina, el ex presidente Joaquín
Balaguer y José Francisco Peña Gómez.
Se dice que Trujillo visitaba con frecuencia una vidente en su natal
San Cristóbal que le advertía sobre conspiraciones contra su gobierno y
el peligro que corría su vida.
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