Hechos 7:2-4 Y él dijo:
Varones hermanos y padres, oíd: El Dios de la gloria apareció a nuestro padre
Abraham, estando en Mesopotamia, antes que morase en Harán, y le dijo: “Sal de
tu tierra y de tu parentela, y ven a la tierra que Yo te mostraré”. Entonces
salió de la tierra de los caldeos y habitó en Harán; y de allí, muerto su
padre, Dios le trasladó a esta tierra, en la cual vosotros habitáis ahora.
El segundo factor del motivo y la fortaleza fue el
llamado de Dios. Dios no se apareció a Abraham sin hablarle. Cuando fue a
Abraham, lo llamó. Dios habló a Abraham. Llamar significa hablar. Oír lo que
dice Dios no es algo insignificante. Cuando fuimos salvos, todos experimentamos
la aparición de Jesús.
Muchos de nosotros podemos atestiguar que cuando
fuimos salvos, dentro de nosotros tuvimos la consciencia de que Jesús nos
hablaba. Quizás el Señor Jesús vino a usted cuando era estudiante y le dijo:
“¿Qué estás haciendo aquí?”. Usted contestó: “Estudio para obtener mi diploma”.
Entonces el Señor preguntó: “¿Para qué?”. Usted respondió: “Para vivir bien en
el futuro”. Después, el Señor preguntó: “¿Y después qué? ¿Qué piensas hacer en
el futuro?”. A otros el Señor Jesús habló de otra manera,
diciendo: “¡Mira cuán pecaminoso eres, y en qué lamentable estado te
encuentras!”. Como respuesta, algunos le dijeron al Señor: “No me molestes”.
Luego el Señor dijo: “Te amo. Quiero salvarte. ¿No sabes que soy Jesús? Quiero
rescatarte de tu situación lamentable. ¿No estás dispuesto a recibirme?”. A
otros entre nosotros, el Señor Jesús dijo: “¿No sabes
que soy Aquel que vive. Soy el único que puede darte vida eterna?” Muchos de nosotros hemos oído estas palabras, no de
la boca de los predicadores sino de la boca del Jesús viviente. (c) 2013 Living Stream Ministry.
No hay comentarios:
Publicar un comentario