Leer | JUAN 21.1-19
12 de abril de 2013
Todos
hemos vivido algún fracaso. Pero lo que importa es cómo respondemos:
¿Nos damos por vencidos y vivimos derrotados, o creemos en que Dios nos
restaurará?
La
historia del fracaso de Pedro y de su restauración posterior, nos
sirve de aliento. Jesús sabía que Pedro le fallaría, pero Él había
orado específicamente para que la fe del discípulo no flaqueara. El
Señor también le dijo de antemano que ese fracaso no sería el fin de la
historia; que se levantaría otra vez y fortalecería a los demás.
Notemos
una diferencia importante. Pedro falló, pero no era un fracasado. El
Enemigo quiere que veamos nuestras fallas como parte de nuestra
identidad, en vez de verlas como el resultado de nuestras acciones. Pero
la verdad es que pertenecemos a Dios y nuestras fallas pueden
realmente prepararnos para ser utilizados enormemente por Él. En su
mano, esos momentos de nuestra vida son herramientas para que avancemos
en nuestro caminar. Para que el Señor pudiera moldear a Pedro como el
líder fuerte y humilde en que habría de convertirse pronto, el corazón
del discípulo debía experimentar la purificación que produce el
quebrantamiento.
Cuando
construimos muros alrededor de nuestro corazón para negar el acceso a
Dios, estamos resistiendo el quebrantamiento y la sanidad. Si queremos
que el Señor nos use, debemos permitirle que elimine lo que nos impida
alcanzar nuestro máximo potencial.
Increíblemente,
el fracaso puede ser el catalizador que nos lleve a tener una visión
nueva de lo que Dios está haciendo en nuestras vidas. Él puede utilizar
nuestros tropiezos para que nos enfoquemos en sus planes y sus
propósitos para nuestra vida. El resultado será para la gloria de Dios, y
una bendición para nosotros. www.encontacto.org
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