Leer | 1 JUAN 5.14-15
Una pregunta resuena en el corazón de casi todos los cristianos en algún momento de su vida: Si Dios lo sabe todo acerca de mí, ¿por qué tengo que orar por mis necesidades?
El Señor tiene razones específicas por las cuales no utilizar su
omnipotencia para responder a ciertos deseos y sufrimientos nuestros, a
menos que le hablemos de ellos.
Dios
nos anima a orar para crear una relación estrecha entre Él y nosotros.
El Señor está interesado en mucho más que la satisfacción de nuestras
necesidades; también quiere convertirse en nuestra fuente de fortaleza
en cada prueba. Sabemos que para que una amistad crezca se requiere
invertir tiempo. Las oraciones rápidas de tres minutos, aunque son
valiosas e importantes para mantener un continuo olor de “incienso
fragante” delante de Dios, no son suficientes para mantener una
conexión personal con nuestro Padre celestial.
Santiago
1.17 dice. “Toda buena dádiva...desciende de lo alto”. El Señor quiere
que le reconozcamos como la fuente de todas nuestras bendiciones.
Dirigir nuestras oraciones a Dios, y confiar en que serán respondidas
de acuerdo con su voluntad y en su tiempo, fortalece nuestra conciencia
de que sin Él, no podemos lograr nada. En la vida cristiana, nuestra
dependencia de Dios crece en proporción directa a nuestra madurez
espiritual. Ese concepto va en contra de nuestra naturaleza y cultura,
que valoran la independencia por encima de todo lo demás.
Somos
privilegiados de pertenecer a un Dios que desea tener una relación de
Padre-hijo con nosotros. Él puede, desde luego, satisfacer nuestras
necesidades sin una sola palabra de nuestra parte, pero entonces nunca
conoceríamos la maravilla de pedir y recibir por amor. www.encontacto.org
No hay comentarios:
Publicar un comentario